“Un
gran espíritu de superación”
Había una vez una niña que se llamaba Lucia. Tenía 9
años y vivía sola con su madre. Un día, Lucia comenzó a sentirse muy malita. Su
madre la llevo rápidamente al hospital. Allí la empezaron a hacer pruebas para
averiguar que era lo que tenia. Lamentablemente era cáncer. Lucia tuvo que
ingresar en el Hospital infantil en la unidad de oncología. Cuando llego vio a
muchos niños sin pelo y ella le preguntó a su madre: Mamá, ¿Por qué estos niños
no tienen pelo? Y su madre le contestó: Hija, estos niños están luchando contra
unos bichitos muy malos que tienen en su cuerpo y la medicación que están
tomando para acabar con ellos, les hace que se les caiga el pelo. Y ella
preguntó: ¿Y a mi me va a pasar lo mismo, no mami? Su madre le respondió con lágrimas
en los ojos: Si hija, pero ya verás como vamos a acabar con todos esos bichitos
muy pronto y cuando te vuelva a crecer el pelo, te crecerá más largo y más
sano. Al cabo de unos días, Lucia conoció a un niño que se llamaba Daniel.
Daniel tenía 16 años y también estaba enfermo de cáncer. A Lucia le sorprendió
verlo tan feliz y sonriente. Lucia le preguntó: ¿Por qué estas tan feliz y
sonriente? ¿Tú también estas luchando contra esos bichitos tan malos que tenemos
en nuestro cuerpo? Daniel con una sonrisa dibujada en su cara le contestó: Sí,
yo también estoy luchando contra ellos, y estoy sonriente porque a pesar de
todo soy feliz, sé que después de esto hay algo mucho mejor, me espera el
paraíso, con playas desiertas, agua cristalina y voy a poder comer todo lo que
quiera y mucho más. Lucia se quedó
sorprendida por todo lo que le estaba contando. Daniel añadió: Hay que tener
fe, hay que vivir la vida día a día y dar gracias por todo lo que tenemos, hay
que luchar aunque ya no nos queden fuerzas. Lucia aprendió muchísimo del
espíritu luchador de Daniel. Lucia y Daniel jugaron y conversaron juntos muchos
días. Hasta que un día, Lucia llegó a la habitación de Daniel y ya no estaba,
no había absolutamente nadie, la habitación se había quedado vacía. Su madre
llegó y le dio un beso a Lucia y con los ojos empañados en lágrimas le dijo a
su hija: Lucia, Daniel ya esta en el paraíso como él quería, ahora mismo estará
feliz y sonriente como cuando lo conociste. Lucia dio un beso y un abrazo a su
mama y dijo: le voy a echar muchísimo de menos mamá. A Lucia le dieron el alta
al cabo de unos días. Ella y su mama siguieron luchando para combatir el
cáncer, hasta que un día el médico les dijo que estaba curada, que lo había
superado por completo, que había sido una luchadora y que gracias a eso ya
estaba sana. Cuando Lucia y su madre salieron del hospital, Lucia miró al cielo
y dijo: Gracias Daniel por todo lo que me enseñaste, gracias a ti ya estoy
totalmente curada.
“Las historias de amor sí tienen un final
feliz”
Erase una vez una princesa llamada Danna. Tenía un
largo cabello rubio con ondulaciones, los ojos con una mezcla de azul y verde,
unas mejillas rosadas, una piel blanquecina y una nariz algo puntiaguda. Vestía
un vestido de color azul celeste con unos zapatos de tacón de cristal. Era una
chica muy humilde y presumida. Vivía con su padre y su madrastra. Todos los
días le encantaba salir de su casa y dar un paseo por el bosque. Ella soñaba con enamorarse de un lindo
príncipe. Un día caminando por el bosque escuchó como alguien se aproximaba
hacia ella. Ella se asustó y se escondió detrás de un árbol. Desde detrás
contempló a un hermoso príncipe con su caballo paseando por el bosque. Ella
salió de detrás del árbol y se presentó. ¡Hola! ¡Me llamo Danna! ¿Y tu? Dijo la
princesa. ¡Hola! Yo me llamo Gustavo, contestó extrañado el príncipe. El
príncipe se enamoro rápidamente de Danna y ella de él y decidieron casarse. La
madrastra de Danna no estaba de acuerdo con el enlace, pues la tenía mucha
envidia. Cuando llegó el día de la boda, la madrastra le dijo a Danna que
quería que diesen una vuelta para hablar, pues tenía que darle algunos consejos
para su vida de casada. Danna aceptó. Cuando estaban caminando se encontraron
con un pozo. Danna se acercó para observar lo que había debajo, entonces la
madrastra la empujó y ella cayó. Cuando Danna estaba cayendo por el pozo, la
madrastra le dijo: Ahora te voy a enviar a un lugar donde las historias de amor
nunca tienen un final feliz. De repente, Danna despertó tirada en una calle donde paseaba muchísima gente y muchos
coches por la carretera. ¡Estaba en una gran ciudad! Asustada, Danna empezó a
pedir auxilio a la gente. Nadie la hacía caso, pues la miraban de una manera
extraña. Por sorpresa, Danna chocó con un hombre que iba hablando por el móvil.
El hombre le dijo: ¿de donde se ha escapado usted? Danna le dijo: Por favor,
necesito su ayuda, me he perdido y necesito volver a mi casa pues hoy me caso
con el príncipe. El hombre extrañado la miró y le dijo: Si que necesitas ayuda,
iremos a mi casa. El hombre se llamaba John y era abogado. Era un hombre
moreno, de estatura mediana, delgado y fuerte. Cuando llegaron a casa, John le
preguntó si necesitaba un médico. Danna dijo: ¿Un medico? ¿Qué es eso? John
empezó a asustarse, pues jamás había conocido antes a una mujer tan extraña. Danna
se quedó unos días allí en casa de John. Hicieron muchas cosas juntos, iban a
pasear, de compras, a comer etc. John le ensenó toda la ciudad. Danna se olvidó
por completo de su hogar. John y ella se enamoraron. La madrastra con toda su
maldad se enteró de lo que estaba sucediendo entre John y Danna y decidió
separarlos. Envió al príncipe a buscarla a la gran ciudad y a llevársela de nuevo
con él. Como Danna no quería irse, el príncipe y John lucharon. John resultó
herido gravemente, así que lo tuvieron que trasladar a un hospital. Danna lo
acompañó y estuvo junto a él en todo momento. Danna le suplicaba que por favor
no la abandonara que ella lo amaba y quería pasar con él el resto de su vida.
Pasaron unos días y John despertó pero Danna ya no estaba a su lado. Danna
había tenido que volver a su hogar pues su padre había fallecido. La madrastra
no la dejó volver con John. John se volvió loco y cuando le dieron el alta fue
a buscarla. Danna lloraba día y noche pues estaba muy enamorada de John. El
príncipe al verla así decidió ayudarla. La acompañó a la gran ciudad a buscar a
su enamorado. Finalmente se rencontraron y Danna se quedó a vivir con él. Antes
le dio las gracias al príncipe por haberla ayudado y le dijo: Seguro que
encontrarás a una bella mujer que te quiera como te mereces, te deseo toda la
felicidad del mundo. El príncipe cuando estaba de camino a su hogar, se
encontró con una campesina. Se pusieron a conversar y decidieron quedar más
veces. Poco a poco los dos se fueron enamorando hasta que se casaron y fueron
felices. La madrastra siguió siendo una infeliz el resto de su vida, pues todos
habían conseguido la felicidad menos ella.
“Una
niña muy especial”
Había una vez una niña llamada Ana. Ella era una
chica muy especial, pues desde muy pequeñita veía espíritus. Todo comenzó una
noche de verano, cuando se iba a dormir. Entró en su habitación y vió junto a
su cama a su abuela ya fallecida. Desde ese momento Ana supo que tenía un poder
especial. Cuando Ana cumplió 18 años decidió…
Había una vez un fantasma azul eléctrico de tamaño
mediano llamado Conec, era muy travieso. Algunas veces era más malo que el
diablo y otras era como un angelito, te podías esperar cualquier cosa de Conec.
No tenía amigos pero todos los fantasmas querían ser su amigo. Cuando lo
intentaban Conec sacaba toda su furia y los espantaba a todos. Un día, Conec se
sentía muy solo y comenzó a llorar. Por su lado pasó otro fantasma y le
preguntó: ¿Por qué lloras? Conec le contestó: Porque por mi mal carácter me he
quedado solo y no tengo amigos. El fantasma le dijo: Bueno, siempre es bueno
darse cuenta de los errores y aprender de ellos. Ahora pide perdón y ya verás
como todo se arregla y ellos quieren ser tus amigos de nuevo. Conec le dio las
gracias al fantasma por sus grandes consejos. Conec fue a buscar a sus
compañeros. Cuando llegó, lo miraron con desprecio y con rencor. Conec se
disculpó y les dijo que por favor fueran sus amigos de nuevo que él iba a
cambiar porque así se había dado cuenta que no podía seguir. Sus compañeros le
dieron de nuevo la bienvenida y le dijeron que estaba perdonado. Finalmente
acabaron todos muy unidos y Conec acabó siendo un fantasma bueno y bondadoso,
pues había aprendido de todos sus errores.
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